Desfile de modas en el invierno imposible cubano

Bate una brisa un poco más fresca de lo común y por las calles podemos ver un desfile de abrigos, chaquetas y cuanta prenda de vestir que sirva de cobija ante la eminente llegada del «invierno cubano». Y no se trata realmente del advenimiento del tan añorado periodo, que se supone llegue en estos meses sino de una extraña, casi instintiva necesidad que tenemos los cubanos de fabular con los indudables beneficios del invierno.

Por estos días, ante un frente «más o menos» frío o ante alguna que otra hondonada tropical los armarios y la gente se vuelven locos, desempolvando las reliquias del pasado reciente o ya sea el más antiguo, como el abrigo que tuvo un mi primo y que le sirvió para más de cinco temporadas sin que se notara lo «tocolo», como decimos en buen cubano, que le quedaba.

Exhibición exclusiva de lo real maravillo, y no el de Carpentier, sino el del más típico recurso de último momento que el de combinar el pantalón rayado con el cincuentiúnico suéter que te sirve para mitigar las bajas temperaturas.

Al final todo resulta una terrible exageración, como típico cubanismo, pues llegamos a mediados de Noviembre y en vez de inverno continuamos entre las altas temperaturas que caracterizan a esta isla caribeña.

Aún así, nos empeñamos en soñar con acostarnos sin sudar la gota gorda, con trabajar sin el sofocante calor de las oficinas y antes que esto, con encontrar alguna que otra pieza de vestir reciclada y casi nueva para comprarla. Entonces, con orgullo y sin calor, ver si participamos en este año por obra y gracia de la naturaleza, en el desfile de modas del invierno imposible cubano.

BSO/COM

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